sábado, 10 de enero de 2009

INTRODUCCIÓN

Como último libro del Nuevo Testamento se encuentra el Apocalipsis (Ap.). Este título, dado por el autor mismo a su libro (1:1), significa "revelación". El libro se presenta, casi en su totalidad, como visiones que el autor declara haber recibido de parte de Dios o de Jesucristo (1:1-2; 22:6,16). Cada una de estas visiones es de carácter simbólico y juntas forman una especie de gran drama que se desarrolla en varios actos en todo el universo.

El Apocalipsis está escrito en un lenguaje bastante diferente del usado en otros libros del Nuevo Testamento. Para poder entender este lenguaje, el lector moderno debe tener en cuenta algunas consideraciones previas.

Ante todo, el Apocalipsis pertenece a un género de literatura que ya era conocido y usado anteriormente. En la literatura profética del Antiguo Testamento con frecuencia se encuentran relatos semejantes de visiones. Algunas de ellas presentan muchos puntos de contacto con las visiones que leemos en el Apocalipsis (cf. Ez. 1; 40-48; Dn. 7-12; Zac. 1-6). Muchos de los símbolos presentes en los libros proféticos reaparecen, a veces bastante modificados, en el Apocalipsis. Otro elemento importante en la literatura profética, que también influye en el Apocalipsis, son los anuncios sobre el "día del Señor", día de juicio, de castigo para los enemigos de Dios y de su pueblo, y de salvación para los que le son fieles (cf., por ejemplo, Is. 24-27; Jl 2; Zac. 14).

El Apocalipsis, utiliza un lenguaje conocido en el judaísmo del siglo I y que judíos y cristianos siguieron usando por algún tiempo.

Otra consideración importante para poder entender el Apocalipsis es que el libro fue escrito en una situación histórica concreta y estaba dirigido a lectores concretos: siete iglesias de la provincia de Asia (Ap. 1:4).